Rincón emocional, de la calma, del autoconocimiento...


 

A lo largo de este curso de locura, que acaba como merece, con más locura... Una de las cosas que me han llamado la atención ha sido la escasa inteligencia emocional del alumnado, así como la dificultad que presentan para gestionar esas emociones; normal, por otro lado, puesto que no saben reconocerlas...

Puede ser producto de una pandemia que nos ha afectado a todas y todos en diferentes niveles y aspectos; o puede ser que son una generación a la que no estamos acompañando en el autoconocimiento y conocimiento del mundo que les rodea. Bien porque "no tenemos tiempo" o porque damos por sentado que lo saben todo dado su acceso a internet en cualquier momento pero, no nos engañemos, internet no les enseña el mundo, les enseña sólo aquello que quieren que vean.

Así, con esta frustración y la convicción de que la inteligencia emocional y la gestión de las emociones son la base de la convivencia en un centro educativo y... en el mundo entero, me propongo trabajar esto en todos aquellos centros en los que lleguen a parar mis huesos.

Para eso, confío en los beneficios de la creación de espacios que ofrezcan la calma suficiente para reflexionar sobre lo que sentimos, para leer sobre lo que podemos sentir, sobre las posibles reacciones a esos sentimientos, sobre su efecto en nuestra posición en el universo.

En ese espacio, que todavía es imaginario, hay una alfombra de césped artificial sobre la que reposan tres o cuatro pufs alrededor de una mesa con cuencos llenos de colores. A uno de los laterales de la alfombra hay una estantería con material para representar artísticamente todo aquello que quieran (folios, pinturas, témperas y lienzos, plastilina y pasta de modelar...), al otro lateral una biblioteca con cuentos sencillos pero esclarecedores ("Yo voy conmigo", "Orejas de mariposa", "los pendientes que perdí", "No todos somos Iguales", Cualquiera de Anna Llenas, etc).

En las sesiones de tutoría pueden recomendarse los cuentos en función del momento para el que les ha servido...

En principio, gestionaría el acceso al rincón emocional, mediante tickets repartidos a primera hora del lunes, uno por alumno o alumna. Cada semana podrán acceder al rincón una sola vez y por un tiempo de 15 minutos máximo (para lo que sería necesario un cronómetro). En función del uso que hiciera el alumnado de dicho rincón, las normas de utilización podrían irse adaptando a las necesidades.

Para la realización de esta actividad, que se va a prolongar durante todo el curso, es necesaria la implicación de la mayor cantidad de profesorado que forme parte del equipo docente del grupo puesto que, en principio, sería recomendable que pudiesen acceder al rincón en el momento en que lo necesiten, entregando el ticket al profesor o profesora que se encuentre en ese momento en el aula.

Esta actividad, o recurso, me parece idóneo porque todo el alumnado puede hacer uso de él en la medida en que se lo permitan sus capacidades, nivel de desarrollo, intereses... Todos habrán colaborado en la creación del rincón, por lo que se habrán plasmado las necesidades de cada uno de ellos y ellas (cuentos con pictogramas, audiocuentos, pinceles o pinturas que faciliten el agarre...)

Creo importante trabajar las emociones, sobre todo, porque parece que la sociedad nos permite la expresión y gestión de las emociones, según nuestro género, que no nuestra identidad sexual. Y todos, y todas, merecemos poder entendernos, escucharnos y ayudarnos a nosotras y nosotros mismos a avanzar en comunión con nuestras emociones.

¿Imposible implementar este rincón en el aula? Si lo creyese así no lo imaginaría con tanta recurrencia y claridad.

¿Difícil conseguir un uso adecuado del mismo? Quizá sí, pero sigo confiando en la infancia y la juventud y en que, según el trato que les demos, responderán a nuestras expectativas... (del efecto Pigmalión hablamos otro día) 

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