Después de intentar crear una actividad para este nuevo proyecto en el que me veo inmersa, descubro que en todo proceso nos encontramos con nuestros puntos fuertes y débiles y, ser conscientes de ellos nos puede ayudar a avanzar mucho más deprisa.
Personalmente, soy consciente de que mi mente vuela, no encuentro dificultad en imaginar nuevos escenarios, en inventar actividades, en soñar con opciones infinitas... Pero, todo lo hago en forma de ovillos de lana. Esas ideas aparecen en mi cabeza sin orden ni concierto, enredadas, bailongas, frágiles... Y ahí es donde mi esfuerzo ha de centrarse en desenmarañar toda esa locura.
Ahí dentro están los objetivos, el producto final, el camino a seguir... pero me supone un trabajo de concentración ser capaz de plasmarlo de manera que cualquier otra persona pueda entenderlo.
Por eso, puedo estar horas escribiendo y borrando lo escrito hasta considerar que, por fin, ha quedado claro.
De esta manera, realizar la actividad expuesta en la publicación anterior, ha sido, para mí, el comienzo de esa reflexión pormenorizada de mi proyecto. Ha sentado las bases del trabajo que me imagino realizando. Ha sido tomar la hebra de ese hijo que forma el ovillo que ahora mismo es el proyecto.
A veces vamos tan deprisa en este mundo de manecillas y minuteros, que vivimos los días enmarañados y sólo es necesario que una chispa nos obligue a parar y tirar del hilo para ser conscientes de todo lo que llevamos en la cabeza sin ser conscientes.
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